Uno de los signos más frecuentes en medicina es la
fiebre. Esta manifestación es el resultado de una compleja reacción del organismo no solo a causas infecciosas sino también a injurias neoplásicas o medicamentosas.
La fiebre se suele considerar algo malo que hay que combatir. En realidad, es el resultado del
esfuerzo que hace el cuerpo para
defenderse de una infección o un
envenenamiento.
La fiebre es la expresión de este trabajo de salvaguarda. La
intensificación de las distintas funciones orgánicas implicadas en el sistema
defensivo hace que suba la temperatura
del cuerpo, lo que provoca el aumento de
la temperatura. Se trata de uno de los procesos más naturales. Intentar hacerlo desaparecer se
opondría a los procesos de defensa; es
decir, contrarrestaría los esfuerzos curativos de la naturaleza.
LA
TEMPERATURA DEL CUERPO HUMANO
Se dice que el ser humano es homeotérmico, es decir, que su temperatura corporal es siempre
parecida. Así pues, no varía con el tiempo ni según las condiciones
atmosféricas. Tanto si es verano como invierno,
si vivimos en el desierto como en el polo norte, el ser humano siempre conserva una temperatura
corporal de 37 ºC. Se trata de la
temperatura central (la del interior del
cuerpo), no la superficial, que se sitúa en los 36,5 ºC y que se toma con un
termómetro en la axila
LA
PRODUCCION DE CALOR POR PARTE DEL CUERPO
El calor corporal se produce de múltiples formas. Empecemos
por las más evidentes: la actividad física y las digestiones.
La contracción de los músculos libera calor porque, como
toda máquina, ya sea un vehículo o una lavadora,
el frotamiento de las piezas la una contra la
otra durante los desplazamientos produce calor. Y a esa producción de calor hay que añadir la
«combustión» de los azúcares de los músculos. Por combustión se entiende la
transformación de los azúcares en energía
utilizable por los músculos. Así pues, cualquier actividad física (caminar,
transportar, trabajar, hablar…) produce calor.
Los procesos digestivos también aportan calor al cuerpo. Por
un lado, porque toda una serie de órganos
(estómago, hígado, páncreas e intestinos) trabajan y producen calor. Por otro, porque los propios
alimentos ingeridos también aportan
calor. El cuerpo «quema» los materiales
que los constituyen y los transforma en
energía calórica. Los alimentos cocidos e ingeridos todavía calientes
también aportan calor.
Incluso en ausencia de movimiento o de digestión, como cuando dormimos por la noche, el cuerpo
sigue produciendo calor. En este caso,
proviene del funcionamiento de las miles de células que constituyen
nuestro organismo, aunque sea al
ralentí, porque hay que mantener activas las funciones vitales, como la
respiración y la circulación, para que
el organismo siga vivo. Esta actividad
mínima, por debajo de la cual es imposible
descender, es lo que llamamos el metabolismo de base.
La respiración contribuye a la producción de calor porque los movimientos para inspirar y
espirar que mueven la caja torácica y
que son ininterrumpidos son consecuencia
del trabajo de varios músculos.
La circulación de la sangre es producto de los latidos del corazón. Ahora bien, el corazón es un
órgano accionado por músculos. Mientras que unos se contraen para enviar la sangre hacia los vasos, otros hacen
lo mismo para atraer la sangre hacia el
corazón. Por tanto, este órgano es el
centro de una actividad que proporciona
calor al organismo de forma ininterrumpida.
REGULACION DE LA
TEMPERATURA
Cuando se produce una pérdida de calor importante, el cuerpo dispone de distintos medios para
corregir la situación lo más rápido posible.
Se puede obtener una producción de calor a corto plazo en superficie
por la contracción de los músculos erectores del pelo. A pesar de que son muy
pequeños, son muy abundantes y producen
cierta cantidad de calor en la superficie. Su contracción provoca la carne
de gallina.
Los escalofríos, el temblor de las extremidades, el castañeo de los dientes, que son reacciones
típicas de defensa ante el frío, también contribuyen al mantenimiento de la
temperatura corporal por el calor que
producen.
Si bien para el organismo es fácil intensificar los metabolismos con la finalidad de combatir
el frío, cuando se trata de disminuirlos
para protegerse del calor ya no es tan
fácil. No puede ralentizar la actividad orgánica por debajo del metabolismo de base esencial
para la supervivencia del cuerpo.
MEDICION DE LA
TEMPERATURA CORPORAL
Gracias a las continuas mediciones a lo largo del día, se
puede hacer un seguimiento de su evolución, si asciende o desciende, según el caso.
La temperatura central del ser humano, de 37 ºC, no es
idéntica a la de las zonas más superficiales donde se coloca el termómetro. La temperatura de estas
zonas será siempre un poco más baja
(fría), puesto que están más cerca de la
superficie. Esto explica por qué, con un termómetro, la temperatura normal (en
superficie) se considera de 36,5 ºC y el inicio de la fiebre se sitúa en los 37 ºC (cifra que, además, suele estar marcada
en rojo en los termómetros no electrónicos), aunque la temperatura central sea
perfectamente normal a esos grados.
Hay varios puntos del cuerpo que están especialmente
indicados para la toma de la temperatura con la
ayuda de un termómetro. Son las cavidades naturales (para alejarse de la
superficie) que están ubicadas cerca de
importantes vasos sanguíneos (que transportan sangre a temperatura central). Se
trata de la axila, la boca, el recto y
el oído interno.
CONCLUSIONES:
Aunque la reacción febril conlleva una serie de manifestaciones incómodas, se ha determinado que la elevación de la temperatura cumple una función, con raíces adaptativas y
filogenéticos.
Los probables
beneficios de la fiebre incluyen la disminución de la reproducción de algunos gérmenes; aumento de la fagocitosis, migración leucocitaria y aumento de la producción de interferones.
No obstante, como la fiebre aumenta el metabolismo basal y el consumo de oxígeno lo cual puede ser contraproducente en situaciones en las que la oferta está comprometido.
Esto ha sido especialmente
demostrado en la neuroinjuria (traumática e isquémica, global o focal) en la que la recuperación del enfermo se ve disminuida en presencia de
elevaciones de la temperatura corporal.
La fiebre es un síndrome que no solo se asocia cambios en
la temperatura sino que se acompaña de una respuesta sistémica. La identificación
de la causa es el paso más relevante del aborde del paciente febril.