sábado, 14 de abril de 2012

LA FIEBRE



Uno de los signos más frecuentes en medicina es la fiebre.  Esta  manifestación es el resultado de una  compleja reacción del organismo no  solo a causas infecciosas sino  también a injurias neoplásicas o  medicamentosas. 
La fiebre se suele considerar algo malo que hay que  combatir. En realidad, es el resultado del esfuerzo  que hace el cuerpo para defenderse de una infección o  un envenenamiento.
La fiebre es la expresión de este trabajo de salvaguarda. La intensificación de las distintas funciones orgánicas implicadas en el sistema defensivo hace que suba  la temperatura del cuerpo, lo que provoca el aumento  de la temperatura. Se trata de uno de los procesos más  naturales. Intentar hacerlo desaparecer se opondría a  los procesos de defensa; es decir, contrarrestaría los esfuerzos curativos de la naturaleza.




LA TEMPERATURA DEL CUERPO HUMANO

Se dice que el ser humano es homeotérmico, es decir,  que su temperatura corporal es siempre parecida. Así pues, no varía con el tiempo ni según las condiciones atmosféricas. Tanto si es verano como invierno,  si vivimos en el desierto como en el polo norte, el ser  humano siempre conserva una temperatura corporal de  37 ºC. Se trata de la temperatura central (la del interior  del cuerpo), no la superficial, que se sitúa en los 36,5 ºC y que se toma con un termómetro en la axila

LA PRODUCCION DE CALOR POR PARTE DEL CUERPO

El calor corporal se produce de múltiples formas. Empecemos por las más evidentes: la actividad física y las  digestiones.
La contracción de los músculos libera calor porque, como toda máquina, ya sea un vehículo o una  lavadora, el frotamiento de las piezas la una contra la  otra durante los desplazamientos produce calor. Y a  esa producción de calor hay que añadir la «combustión» de los azúcares de los músculos. Por combustión se entiende la transformación de los azúcares en  energía utilizable por los músculos. Así pues, cualquier actividad física (caminar, transportar, trabajar, hablar…) produce calor.
Los procesos digestivos también aportan calor al cuerpo. Por un lado, porque toda una serie de órganos  (estómago, hígado, páncreas e intestinos) trabajan y  producen calor. Por otro, porque los propios alimentos  ingeridos también aportan calor. El cuerpo «quema»  los materiales que los constituyen y los transforma en  energía calórica. Los alimentos cocidos e ingeridos todavía calientes también aportan calor.

Incluso en ausencia de movimiento o de digestión,  como cuando dormimos por la noche, el cuerpo sigue  produciendo calor. En este caso, proviene del funcionamiento de las miles de células que constituyen nuestro  organismo, aunque sea al ralentí, porque hay que mantener activas las funciones vitales, como la respiración  y la circulación, para que el organismo siga vivo. Esta  actividad mínima, por debajo de la cual es imposible  descender, es lo que llamamos el metabolismo de base.
La respiración contribuye a la producción de calor  porque los movimientos para inspirar y espirar que  mueven la caja torácica y que son ininterrumpidos son  consecuencia del trabajo de varios músculos.
La circulación de la sangre es producto de los latidos  del corazón. Ahora bien, el corazón es un órgano accionado por músculos. Mientras que unos se contraen para  enviar la sangre hacia los vasos, otros hacen lo mismo  para atraer la sangre hacia el corazón. Por tanto, este  órgano es el centro de una actividad que proporciona  calor al organismo de forma ininterrumpida.

REGULACION DE LA TEMPERATURA

Cuando se produce una pérdida de calor importante,  el cuerpo dispone de distintos medios para corregir la situación lo más rápido posible.
Se puede obtener una producción de calor a corto plazo en superficie por la contracción de los músculos erectores del pelo. A pesar de que son muy pequeños, son  muy abundantes y producen cierta cantidad de calor en   la superficie. Su contracción provoca la carne de gallina.
Los escalofríos, el temblor de las extremidades, el  castañeo de los dientes, que son reacciones típicas de defensa ante el frío, también contribuyen al mantenimiento de la temperatura corporal por el calor que  producen.
Si bien para el organismo es fácil intensificar  los metabolismos con la finalidad de combatir el frío, cuando  se trata de disminuirlos para protegerse del calor ya no  es tan fácil. No puede ralentizar la actividad orgánica  por debajo del metabolismo de base esencial para la supervivencia del cuerpo.



MEDICION DE LA TEMPERATURA CORPORAL

Gracias a las continuas mediciones a lo largo del día, se puede hacer un seguimiento de su evolución, si asciende o desciende,  según el caso.
La temperatura central del ser humano, de 37 ºC, no es idéntica a la de las zonas más superficiales donde se  coloca el termómetro. La temperatura de estas zonas será  siempre un poco más baja (fría), puesto que están más  cerca de la superficie. Esto explica por qué, con un termómetro, la temperatura normal (en superficie) se considera de 36,5 ºC y el inicio de la fiebre se sitúa en los  37 ºC (cifra que, además, suele estar marcada en rojo en los termómetros no electrónicos), aunque la temperatura central sea perfectamente normal a esos grados.
Hay varios puntos del cuerpo que están especialmente indicados para la toma de la temperatura con la  ayuda de un termómetro. Son las cavidades naturales (para alejarse de la superficie) que están ubicadas cerca  de importantes vasos sanguíneos (que transportan sangre a temperatura central). Se trata de la axila, la boca,  el recto y el oído interno.






CONCLUSIONES:

Aunque la reacción febril conlleva  una serie de manifestaciones  incómodas, se ha determinado que  la elevación de la temperatura  cumple una función, con raíces adaptativas y filogenéticos.

Los  probables beneficios de la fiebre incluyen la disminución de la  reproducción de algunos gérmenes;  aumento de la fagocitosis, migración  leucocitaria y aumento de la  producción de interferones.

 No  obstante, como la fiebre aumenta el  metabolismo basal y el consumo de  oxígeno lo cual puede ser  contraproducente en situaciones en  las que la oferta está comprometido. 

Esto ha sido especialmente  demostrado en la neuroinjuria (traumática e isquémica, global o  focal) en la que la recuperación del  enfermo se ve disminuida en presencia de elevaciones de la  temperatura corporal. 

La fiebre es un síndrome que no solo se asocia cambios en la  temperatura sino que se acompaña  de una respuesta sistémica.  La  identificación de la causa es el paso más relevante del aborde del paciente febril.


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